domingo, 10 de abril de 2011

SEMINARIO II: CENTROS DE MENORES.



El pasado 19 de enero de 2010, tuvo lugar el seminario sobre Centros de Menores, al cual asistieron dos profesionales del Trabajo Social para darnos unas ligeras pautas de cómo es el trabajo diario en este tipo de circunstancias, y por consiguiente aclararnos todo tipo de dudas que nos pudiesen surgir a lo largo de dicho seminario, o que también las tuviésemos desde antes de comenzarlo.

Aludiendo a las situaciones de riesgo y desamparo, yo misma he caído en una pequeña contradicción que me ha surgido en relación a una actividad optativa que estoy cursando: “Problemas psicosociales de la infancia y la juventud” En esta asignatura tratamos los temas de la negligencia, intencional o no, por parte de los padres hacia sus hijos, y en cuáles casos son objeto de maltrato y por consiguiente de intervención por parte del sistema de Protección de Menores.

Mi duda es: una familia que vive en la calle y que utiliza a su hijo para pedir limosna, o que además deja que su hijo sea el que lo haga, y que también hay que añadir que muchas de sus necesidades básicas no están cubiertas, ¿no son situaciones en las que se pone en peligro la integridad del menor? ¿Por qué en este caso el Sistema de Protección no actúa? ¿Y los Servicios Sociales? Son preguntas que me hago en relación a la gran ambigüedad existente a la hora de poner en práctica tantas leyes en las que se recogen que los menores deben tener protección y buenas condiciones de vida.

Por lo que aprendí en el seminario y por documentos en los que he estado profundizando, estos casos sólo pueden ser atendidos si están bajo una intervención a nivel comunitario, y que de forma aislada no pueden ser tenidos en cuenta. Por lo tanto, desde mi punto de vista, creo que aún hay muchos menores que se encuentran en situaciones que pueden dañar su desarrollo, y que no surgen medidas en las que se pueda intervenir con ellos y sus familias para garantizar el pleno desarrollo de los menores de una manera excepcional a como siempre se hace.

Por otro lado, pude comprobar por la experiencia de las profesionales que el proceso para establecer una medida con respecto a un menor en relación a la situación de riesgo o desamparo es bastante complejo (siempre que no se tratara de una situación de urgencia). Son muchos los pasos a seguir, y muchas las determinaciones que se han de tomar, siempre teniendo en cuenta que hay que buscar la mejor opción para el mejor desarrollo del menor. Personalmente, y es una de las preguntas que se les cuestionó, es un tema bastante peliagudo en el que tenemos bastante responsabilidad sobre la medida que vayamos a tomar sobre el menor y su familia (aunque es un tema que se profundiza aún más en otro seminario específico en este caso), y que una mala decisión puede provocar un mal desarrollo e integración del menor, del cual, yo concretamente, creo que me sentiría muy culpable. Evidentemente, trabajaremos con más personas en equipos interdisciplinares, pero creo que sería una situación que me podría superar al ver que la decisión no ha dado los frutos esperados.

Centrándome de nuevo en el seminario, quiero destacar que hubo varias cuestiones básicas que me quedaron muy claras y que me será difícil olvidar:

• Las familias de acogida no son compatibles con familias adoptivas.
• Siempre se tenderá a que el menor siga manteniendo el contacto con su familia biológica, y que sólo en el caso extremo, será retirado de su familia e ingresado en un centro de menores o en una familia de acogida.
• Hay limitaciones de centros, y ellos provoca que se tienda más a dejar a los menores dentro de su círculo familiar aunque no sea lo más adecuado.
• Siempre debe existir una medida impuesta por el Juez para llevar a cabo la intervención tanto con las familias, como de retirada del menor.
• Aunque el menor resida en un centro de menores o familia de acogida, será muy importante seguir trabajando con las familias y la relación con éstas.

Para concluir, me gustaría destacar el papel de nuestra profesión en esta temática. Como nos explicó la profesional, ella además de llevar a cabo la función principal de educadora social con los menores, hacía muchas más labores de las que le corresponden. Por ejemplo asear a los niños, lavar sus ropas, llevarlos al colegio…por lo que supone un trabajo extra el cuál no está reconocido, estableciéndose una vez más nuestro carácter multifuncional.

Pero hubo una frase que me llamó la atención, y creo que es la base de nuestra profesión: “a pesar del gran esfuerzo y la sobrecarga que supone nuestra profesión, todo se ve recompensado con la satisfacción propia de ver cómo los menores van evolucionando satisfactoriamente y con el cariño que te van demostrando día a día”.

Creo este comentario es la base de nuestro trabajo, el ver que las personas te agradecen el apoyo que ofreces, y sobre todo el cariño que puedas recibir de ellos. Con los menores a mi me supone mucha más satisfacción, ya que siendo de tan poca edad y al pasar por situaciones difíciles, ves cómo siguen adelante y se apoyan en ti para ello. En este caso no creo que el mérito sea nuestro, sino de ellos, de que sean capaces de afrontar las situaciones y que estemos ahí para ayudarle en todo lo posible.

viernes, 8 de abril de 2011

DESADAPTACIÓN EN EL ÁMBITO ESCOLAR: SUPERDOTADOS

Hoy día, la sociedad en general, e incluso nosotros mismos que somos estudiantes en educación social y conocemos la diversidad de colectivos de intervención, caemos en el error de atribuir la desadaptación en la escuela a factores de carencias, como dicapacidades físicas o mentales, problemáticas familiares, falta de habilidades sociales…Y que una vez más caemos en la cuenta de que existe un total desconocimiento y desinformación acerca de la variedad de situaciones que se pueden producir en este ámbito.


Con esta desinformación y desconocimiento me quiero referir a que la causa de la desadaptación en la escuela no siempre viene dada por carencias en algún aspecto, sino que puede ser por todo lo contrario: tener exceso de capacidad a la hora de desarrollarse en la escuela.


El colectivo de las personas superdotadas a lo largo de la historia ha recibido numerosos reproches acerca de la capacidad anticipatoria de aprendizaje, sobre todo por parte de los iguales, e incluso por parte del mismo profesorado y la misma familia. Todo ello ha desembocado que en la actualidad se les atribuya el término de hiperactivos, sin profundizar en cuáles son las verdaderas necesidades del niño a la hora de actuar de alguna forma determinada en relación al conocimiento y aprendizaje.

En un principio, no tenía la concepción de que las personas superdotadas fueran objeto de intervención, pero ya me doy cuenta que a estas alturas de la carrera el aprender cosas nuevas está a la orden del día. Ahora me paro a pensar sobre ello y estoy totalmente de acuerdo en la intervención con estas personas.


Profundizando en mi infancia educativa, recuerdo que tuve en clase una chica superdotada, y no era bien recibida en clase porque respondía a todas las preguntas que se planteaban. Llegó un momento en que no participaba, e incluso sacaba menor nota a propósito en los exámenes para no ser discriminada.


¿De verdad esa chica no debía recibir una atención específica por ello? Creo que lo menos importante de estos casos es la gran capacidad de aprendizaje. Lo importante es que se les enseñen a dar cauce a esa gran capacidad que poseen, y la utilicen de manera que les sea beneficioso al interactuar con sus iguales, y sepa sacar partido de ello. Me produce risa ver como en las leyes recoge la atención a personas con altas capacidades pero, ¿verdaderamente el profesorado está preparado para afrontarlo? ¿Se crean recursos en las escuelas para fomentar a estos chicos/as?


Yo, por lo que recuerdo de la situación de aquella chica, veía como los mismos profesores le pedían que dejara al resto de los compañeros participar, sin fomentar su capacidad y dejándola a un lado. Por ello creo que lo principal en este caso es la formación al profesorado para que sepa desenvolverse en las situaciones y darle la misma prioridad que al resto de los alumnos.


También, creo en la figura del educador social como imprescindible, ya que éste ayudará a fomentar la capacidad del menor en el camino que a él le interese (sacando el mayor partido a su potencialidad), y por consiguiente, trabajar con el resto de compañeros para mostrarles que se puede aprender los unos de los otros, partiendo del respeto y el compañerismo.


Creo que las asociaciones y las familias toman un papel muy importante en esta temática, ya que suponen una fuente de apoyo para los menores que se ven desplazados en las escuelas, y que ayudan a que pongan su granito de arena para ser vistos como personas “normales” en la sociedad. Creo que si esta situación no se pone en evidencia en escuelas, puede suponer que sea el origen de casos de violencia escolar, es decir bulliyng, o fracaso escolar (por la falta de motivación en la escuela), de modo que traigan consigo más problemáticas de las que principalmente pueden producirse, y que sin embargo no se está teniendo en cuenta.


Tenemos que caer en la cuenta, que además de las dificultades que supone que un menor superdotado pueda desenvolverse con normalidad en la escuela, el resto de menores, y no tan menores, estamos influidos por los medios de comunicación, en la que la mayoría de las veces se da una visión totalmente errónea acerca del perfil de un niño superdotado, lo que provoca que este colectivo se vea más afectado y dificulte aún más su integración. En concreto, el psicólogo Leopoldo Carreras Truñó establece la siguiente aclaración en uno de sus artículos:


"Generalmente, en los artículos periodísticos o reportajes, debates, monográficos, etc., en televisión y radio, el planteamiento que se ofrece al público incluye una visión algo sensacionalista sobre el tema. Salvo honrosas excepciones, debido a un afán de llamar la atención, la imagen clásica del superdotado que aparece en estos medios está muy sesgada o dista bastante de la realidad. En líneas generales, esta imagen suele ser la de un niño que se pasa el día enfrascado en sus estudios (el típico «empollón»), con pocos amigos, que es un «sabiondo», que tiene un cociente intelectual (C.I.) superior a 130 y, sobre todo, que debido al aburrimiento que le suponen las clases de tipo repetitivo, llega a desinteresarse de todo lo que tenga algo que ver con la escuela y por eso surgen problemas de fracaso escolar".


A modo de conclusión y cierre, ha sido una experiencia satisfactoria el conocer este colectivo, ya que como he dicho más atrás, no creía que su situación requiriera de intervención por parte de nuestra profesión. Me ha servido para reflexionar acerca de que muchas veces, aunque estemos dotados de capacidades para realizar todo tipo de actividades, ello puede provocar que no seamos aceptados por la sociedad. Una vez más, redundo en que todas las personas estamos desinformadas acerca de las posibles causas de desadaptación social, relacionando esto con pobreza o acción disocial, y que además nos dejamos llevar por la visión que nos puedan mostrar los medios de comunicación. Creo que es muy escasa la acción de concienciación que se hace en favor de este colectivo, sobre todo en las escuelas, las cuales deberían ser el foco principal de transmisión.