El pasado 19 de enero de 2010, tuvo lugar el seminario sobre Centros de Menores, al cual asistieron dos profesionales del Trabajo Social para darnos unas ligeras pautas de cómo es el trabajo diario en este tipo de circunstancias, y por consiguiente aclararnos todo tipo de dudas que nos pudiesen surgir a lo largo de dicho seminario, o que también las tuviésemos desde antes de comenzarlo.
Aludiendo a las situaciones de riesgo y desamparo, yo misma he caído en una pequeña contradicción que me ha surgido en relación a una actividad optativa que estoy cursando: “Problemas psicosociales de la infancia y la juventud” En esta asignatura tratamos los temas de la negligencia, intencional o no, por parte de los padres hacia sus hijos, y en cuáles casos son objeto de maltrato y por consiguiente de intervención por parte del sistema de Protección de Menores.
Mi duda es: una familia que vive en la calle y que utiliza a su hijo para pedir limosna, o que además deja que su hijo sea el que lo haga, y que también hay que añadir que muchas de sus necesidades básicas no están cubiertas, ¿no son situaciones en las que se pone en peligro la integridad del menor? ¿Por qué en este caso el Sistema de Protección no actúa? ¿Y los Servicios Sociales? Son preguntas que me hago en relación a la gran ambigüedad existente a la hora de poner en práctica tantas leyes en las que se recogen que los menores deben tener protección y buenas condiciones de vida.
Por lo que aprendí en el seminario y por documentos en los que he estado profundizando, estos casos sólo pueden ser atendidos si están bajo una intervención a nivel comunitario, y que de forma aislada no pueden ser tenidos en cuenta. Por lo tanto, desde mi punto de vista, creo que aún hay muchos menores que se encuentran en situaciones que pueden dañar su desarrollo, y que no surgen medidas en las que se pueda intervenir con ellos y sus familias para garantizar el pleno desarrollo de los menores de una manera excepcional a como siempre se hace.
Por otro lado, pude comprobar por la experiencia de las profesionales que el proceso para establecer una medida con respecto a un menor en relación a la situación de riesgo o desamparo es bastante complejo (siempre que no se tratara de una situación de urgencia). Son muchos los pasos a seguir, y muchas las determinaciones que se han de tomar, siempre teniendo en cuenta que hay que buscar la mejor opción para el mejor desarrollo del menor. Personalmente, y es una de las preguntas que se les cuestionó, es un tema bastante peliagudo en el que tenemos bastante responsabilidad sobre la medida que vayamos a tomar sobre el menor y su familia (aunque es un tema que se profundiza aún más en otro seminario específico en este caso), y que una mala decisión puede provocar un mal desarrollo e integración del menor, del cual, yo concretamente, creo que me sentiría muy culpable. Evidentemente, trabajaremos con más personas en equipos interdisciplinares, pero creo que sería una situación que me podría superar al ver que la decisión no ha dado los frutos esperados.
Centrándome de nuevo en el seminario, quiero destacar que hubo varias cuestiones básicas que me quedaron muy claras y que me será difícil olvidar:
• Las familias de acogida no son compatibles con familias adoptivas.
• Siempre se tenderá a que el menor siga manteniendo el contacto con su familia biológica, y que sólo en el caso extremo, será retirado de su familia e ingresado en un centro de menores o en una familia de acogida.
• Hay limitaciones de centros, y ellos provoca que se tienda más a dejar a los menores dentro de su círculo familiar aunque no sea lo más adecuado.
• Siempre debe existir una medida impuesta por el Juez para llevar a cabo la intervención tanto con las familias, como de retirada del menor.
• Aunque el menor resida en un centro de menores o familia de acogida, será muy importante seguir trabajando con las familias y la relación con éstas.
Para concluir, me gustaría destacar el papel de nuestra profesión en esta temática. Como nos explicó la profesional, ella además de llevar a cabo la función principal de educadora social con los menores, hacía muchas más labores de las que le corresponden. Por ejemplo asear a los niños, lavar sus ropas, llevarlos al colegio…por lo que supone un trabajo extra el cuál no está reconocido, estableciéndose una vez más nuestro carácter multifuncional.
Pero hubo una frase que me llamó la atención, y creo que es la base de nuestra profesión: “a pesar del gran esfuerzo y la sobrecarga que supone nuestra profesión, todo se ve recompensado con la satisfacción propia de ver cómo los menores van evolucionando satisfactoriamente y con el cariño que te van demostrando día a día”.
Creo este comentario es la base de nuestro trabajo, el ver que las personas te agradecen el apoyo que ofreces, y sobre todo el cariño que puedas recibir de ellos. Con los menores a mi me supone mucha más satisfacción, ya que siendo de tan poca edad y al pasar por situaciones difíciles, ves cómo siguen adelante y se apoyan en ti para ello. En este caso no creo que el mérito sea nuestro, sino de ellos, de que sean capaces de afrontar las situaciones y que estemos ahí para ayudarle en todo lo posible.
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